Después de más de un mes sin dar señales de vida, vuelvo por estos lares. Primero para agradecer vuestro interés por mi persona y mis actividades (cotillas) y segundo para poneros más o menos al día (para los cotillas nuevamente).
Gracias. De verdad.
¿Sigo corriendo? Si, pero menos. Cuando me apetece, a veces si, a veces no. En todo caso me lo paso en grande siempre, que es lo que tiene cuando corres sin presiones.
¿Corre la Suricata de la Pradera en chándal? Pues con el frío que hace para que mentir... Si. De la marca adidas, rosa, blanco y negro y otro chándal del Decathlon. Sin embargo, hace una semana que he estrenado unas Nike Lunareclipse 2 de las que me he enamorado. A veces las miro y siento deseos de darles besitos... Es amor.
¿Lesionada? Nones. Todo el chasis en perfectas condiciones.
¿Cuánto tiempo corro? Entre 40 y 45' Nada que ver con las súper tiradas de más de dos horas de los domingos. Ahora tengo un enemigo que me corta el rollo running: catabolismo. Tengo miedo de perder masa muscular.
Por otra parte, peso 55 k exactos. No tengo tetas, no tengo culo, mi marido esta amargado, mi madre piensa que sufro anorexia... En fin, lo típico.
Estoy aprendiendo un montón de cosas. Ahora se que es la fuerza funcional y no funcional., fuerza absoluta, relativa y diferencial., que es la hipertrofia sarcomérica y sarcoplasmática., que son ejercicios excéntricos y concéntricos, pliométricos, etc, etc. Me lo paso bien con la parte teórica de los deportes que me gustan.
Sigo haciendo pesas. Ahora se que lo que hago es un sistema de entrenamiento tipo weider. Me gustan las pesas. Los "hierros" en el argot indoor.
¿Y el blog? El blog permanece en stand by. Un blog es, principalmente, una herramienta de motivación. Una manera de animarse unos a otros, obligarse y ser consecuente con las decisiones tomadas y expuestas. Si falla la finalidad falla el origen del mismo. Podría entreteneros con cientos de anécdotas de gimnasio y aburriros con entradas de corte bucólico, pero el blog no nació con ese propósito.
¿Y entonces? Entonces nada. Aquí sigue. Nunca se sabe si puede aparecer alguna despistada o despistado que se anime a correr después de leer una entrada.
Fiestas, comidas, compras., más fiesta, más comida, más compras. Harta.
Estoy deseando que llegue el día 6 de enero para cometer el último pecado dietético (roscón de reyes) y después normalidad y rutina.
Me gusta la rutina. Me gusta saber lo que va a pasar en mi día a día. Me gusta el orden. El orden, la planificación previa, reconforta.
Solo he salido a correr una vez en toda la semana. El día 24 de diciembre, tras la cena, con la comida aún por digerir, una mezcolanza de huevas, marisco, carne, embutidos, bombones, etc, salimos a la calle. 6º de temperatura. Un frío de mil demonios y un coche aparcado casi a un kilómetro de la casa de mis suegros:
-Nene ¿Vamos corriendo al coche?-. Le digo a mi pequeño saltamontes.
-Tú flipas mamá.
-Marca el ritmo, yo te sigo.
Ya llevaba como tres cervezas y un par de vodkas (voy a tener que pedir la doble nacionalidad) así que en ese momento, no sé, me apeteció correr. A lo loco. Lo malo es pedirle a un niño de doce años que marque el ritmo, porque los niños son rápidos por naturaleza, como todos sabéis, y la velocidad la perdemos cuando nos hacemos viejunos.
Un kilómetro con botas, vestido (al menos iba plana) y el abrigo de paño de lana por las rodillas. Solo me dio tiempo a pensar en que me parecía un poco a Neox, de Matrix, pero luego ya solo procuré seguirle el ritmo al enano que me llevó con la lengua fuera hasta el coche.
-Tenemos que repetir, nene-. Le digo mientras disimulo que casi se me sale el higadillo por la boca. Atrás quedan mi marido y mi hija. El santo varón que tengo por cónyuge a estas alturas ya no dice nada, esta acostumbrado.
-Vale, pero un poco más rápido-. Toma ya.
La juventud, divino tesoro.
Y esta es toda la aportación que he hecho al mundo del running.
Se llama Jesús y terminó su primera maratón en 2:59'56'' He dicho bien, LA PRIMERA.
Después pasó por la madre de todas las depresiones. La post-marathón blues en tamaño XXL y algunos problemas personales se cebaron con él durante meses. Ahora, como el Ave Fenix, resurge, y confió en que lo haga como lo que es, un galgo que encuentra el sinónimo de libertad corriendo a 4' pelaos -o menos- mientras los pinares y las playas de Barbate se rinden a su paso.
Que no os engañe la foto, ahí donde le veis, este señor, un romántico empedernido y que siente una extraña pasión por las comas (Sí, he dicho "comas" lo entenderéis cuando le conozcáis mejor) fue un animal de gimnasio, un forzudo, un tío cachas, un mazao, un armario empotrado que se enganchó al running, primero como jogger, rodando y rodando, hasta que la palabra Maratón le infectó, posiblemente en alguna de sus salidas entre pinos, dunas, arena y kilométricas playas. Y ya no hubo vuelta atrás, cambió la artillería pesada por la ligera, los hierros por las voladoras y se bautizó como maratoniano por la puerta grande, en menos de tres horas, demostrando una genética privilegiada.
Lo que Jesús necesita ahora es motivación a raudales y ¿qué mejor que un blog para ello?
De alguna manera, con esta entrada presentación, quiero agradecerle sus mensajes de ánimo en el foro y en Facebook, sus "déjate de ritmos y sal a correr" y que siempre tuviese una palabra amable, no solo conmigo, con todos.
Cuando se queja, porque (perdóname Jesús) a veces es un poco llorón (como casi todos los runners, todo sea dicho), siempre le digo, "Acuérdate: 2:59' "
Os dejo el enlace de su recién creado blog, en la crónica de la Maratón de Sevilla 2011.
Menos mal que en la sala del gimnasio se me quita toda la tontería romántica. Empiezo a crear cierta expectación a mi alrededor.
Gigante me habla de comentarios, ¿Quién es esa? ¿Qué hace aquí? ¡Esta fuerte! Y si, lo estoy. No es por presumir. La fuerza, aunque os cueste creerlo, nada tiene que ver con el volumen (Hombre, esto habría que matizarlo), de hecho el volumen que puede alcanzar una mujer es meramente anecdótico. De todas maneras, parece que la genética se portó mucho mejor conmigo en este sentido que en el running.
Pero mola. Generalmente estoy sola en la sala de musculación. Quiero decir, para ser más exacta, sola rodeada de hombres. De cuando en cuando, alguna chica se deja caer por allí, pero es algo puntual, sin continuidad. No me importa en absoluto, prefiero hacer ejercicio sola, aunque reconozco que a veces echo de menos a las cuatro locas de mi anterior gimnasio. Sobre todo a mi amiga Ana, porque entre nosotras existía una especie de competitividad encubierta en la sala, nos mirábamos de reojo y teníamos que estar medio muertas para dar nuestro brazo a torcer en un ejercicio. Antes de decidir que peso coger, miraba con cuánto peso se atrevía ella y ella hacía lo mismo conmigo. Un plus de motivación. Ana era una corredora de las buenas, de las de competición, velocidad y podium, hasta que una lesión de rodilla la dejó en el dique seco por tiempo indefinido. Recuerdo sus comienzos en el Fitness, no podía hacer una simple sentadilla, su cuerpo solo estaba preparado para correr, pero a nivel muscular era sorprendente su debilidad física. Afortunadamente esto cambió en unos meses y no solo mejoró en fuerza y resistencia, también pudo empezar a correr de nuevo. Reconozco que me asusta un poco la fragilidad extrema de algunos corredores.
Volviendo al tema, las mujeres sienten verdadera pasión por los aeróbicos. Creen que si se ponen a hacer pesas, se van a poner cuadradas, mazadas, como un tío. De nada sirve decirles que para eso necesitan testosterona a raudales no la cantidad insignificante que producimos. Yo creo que en el fondo es una excusa porque el aeróbico siempre es más fácil que hacer pesas.
Aclaración: Hay muchos tipos de aeróbico. Hacer series y fartlek es más difícil y agónico que levantar peso, realmente hay que ser de piedra para soportar los entrenamientos de algunos runners. Sin embargo hacer jogging, que es lo que yo hago ahora esta al alcance de cualquiera.
Pero alguna siente curiosidad por las pesas, por las pesas y por los levantadores de pesas, todo sea dicho. Aparece en la sala una arregladísima y conjuntadísima y maquilladísima mujer de entre 30-45 años. Camina segura hacia el banco de press con su hoja de ejercicios en la mano. Anda despacio, dejando que la ondulación de caderas sea lo suficientemente perceptible para el forzudo. Mira a derecha e izquierda con disimulo, se toca el pelo, se ajusta el sujetador y pone en su sitio los calentadores Jane Fonda inclinando su cuerpo en la dirección indicada. Luego se tumba en el banco, coge un par de mini-mancuernas de 2k y se pone a hacer aperturas de pectoral como si le costase mucho, respirando entrecortadamente, dejando que la blonda de encaje negro del sujetador asome ligeramente por un mínimo top. El ambiente se revoluciona. Algunos forzudos empiezan a hacer sus rutinas de ejercicios con ademanes teatrales, mostrando sus tríceps, bíceps y pectoral acompañados de sonidos guturales broncos y exagerados en cada movimiento. Una danza primitiva e instintiva. El compañerismo muere. La fémina es la causa de la rivalidad entre los machos del grupo. Se genera una lucha sin cuartel inconsciente y compiten en ademanes, levantamiento de peso y sonidos varios. Aquí no hay amistad que valga.
Estas escenas son muy divertidas. Me encantan. Me siento como si fuese una reportera del National Geographic haciendo un documental sobre el comportamiento del gorila. Podría titularlo "En busca del Mandingo perdido"
Luego esta la que viene en pareja. Las hay de dos tipos: la que acompaña al novio no vaya a ser que se lo quiten y va marcando el terreno aquí y allá mirando con cara de odio a toda mujer que tenga la osadía de pasar a menos de dos metros de su codiciado objeto de deseo, "Es mío, solo mío, mi tesoooro..." o bien la que es arrastrada a la sala por la pareja, al que le hace mucha ilusión que su chica haga pesas como él. Por supuesto, se erige en su entrenador personal, va marcando las pautas, los ejercicios y los pesos que debe coger su chica, mientras esta se aburre, bosteza, no sabe donde ni como ponerse y mira el reloj cada cinco minutos.
El otro día, la Novia Aburrida, me regaló una de esas escenas que tanto me divierten. Estaba sentada en el remo mirando fijamente a ninguna parte, con cara de asco y hastío máximo. Supongo que esperaba las indicaciones pertinentes de su chico sin ver la hora de volver a casa. La cuestión es que, en un alarde de valentía, decidió tomar la iniciativa y hacer el ejercicio de remo ella solita. Agarró la pieza de remo con las dos manos, la miró como si se tratase de un cubo de rubik y la encajó del revés en el enganche de polea. Al ver que la posición de las manos era un tanto forzada se dio cuenta de su error, desenganchó la pieza y, esta vez si, la colocó de forma correcta. En posición "ejecutar", puso unos 7´5 k en total, más o menos para hacer cosquillas, y comenzó a remar con asco y desgana. El novio aparece minutos después, "Qué haces? Remo... No. Esta mal, primero es remo con barra., y has puesto mucho peso ¿No me podrías haber esperado? Es que tardabas mucho..." Pobre. Daban ganas de pegarle al novio, un alfeñique preplaya, una patada en el culo (y podría perfectamente) y decirle a la chica "Mira, hazme un favor y corre a la sala donde se hace Stepp, body, combat, spinning, balance, salsa, express... "
Hombres del mundo, normalmente las mujeres hacen ejercicio con vosotros por pena. Siento ser tan cruel pero es la pura y dura realidad. Os ven con tanta ilusión, le ponéis tanto empeño al ofrecimiento, que es imposible deciros que no. Luego puede resultar que a la chica le acabe gustando correr (Mi caso. Yo empecé a correr con mi marido) o hacer pesas (Eso fue iniciativa propia. Soy yo la que insiste en que me acompañe, pero no funciona) y en ese caso estáis perdidos porque le pondrá el doble de ahínco a la tarea y lamentaréis haber hecho el ofrecimiento. Sobre todo cuando corra más y mejor que vosotros o haga remo con 45 k emitiendo gruñidos nada femeninos. Avisados quedáis.
"El hombre del Paleolítico no tenía una cómoda casa, ni un sofá donde tumbarse, ni las comodidades de las que tú disfrutas. Él estaba solo frente a los elementos de la naturaleza, consciente de que cada día podía ser el último. Su vida era una constante lucha por sobrevivir…"
He escrito una entrada sobre el Paleolítico cuyo texto íntegro podéis encontrar en La bolsa del corredor.
Como ya sabéis, soy una defensora a ultranza del "Movimiento Paleolítico" Tanto es así, que en lugar de guirnaldas he decorado el salón de mi casa con lianas y las bolas del árbol de navidad tienen un precioso estampado "Animal Print".
Voy viendo como, de continuar en mi línea de correr sin pretensiones, algún día de estos (mucho más cercano que lejano) las entradas en este blog dejarán de tener sentido. Al menos el sentido que tenían al principio, y es que lo mucho cansa, y más si vuelvo una y otra vez a las entradas de corte bucólico e introspectivo.
Pero así están las cosas y poco puedo hacer para evitarlo porque pocas ganas tengo de cambiar mi situación. Me gusta, simplemente.
Hoy quiero hablaros de los recuerdos ¿No os ha pasado mientras corréis que un recuerdo aparece de repente? ¿Un recuerdo que nada tiene que ver con lo que estáis pensando en ese momento? ¿Un recuerdo flash, como una imagen intercalada que rompe el pensamiento a la mitad, una especie de mensaje subliminal?
A mi me ocurre de cuando en cuando, pero no siempre. Esos recuerdos que creía olvidados, teniendo en cuenta que lo que crees olvidado es en realidad descartado., sería más correcto decir recuerdos resucitados, son de una calidad excepcional. No por su contenido, más bien por la imagen en si misma. Es como ver en alta resolución y con todo tipo de detalles una imagen muy antigua pero que se presenta nueva, ajena a las distorsiones del tiempo, como si pudieras meterte dentro de ti mismo y tocarla.
Me impacta la aparición de este tipo de recuerdos y no creo haber experimentado algo así más que corriendo. Correr te hace avanzar siempre en el camino que elijas mientras trazas otra ruta bien distinta que recorre el interior de tu propio cuerpo. Solo por vivir estas experiencias merece la pena correr. Me temo, sin embargo, que no todos los corredores tienen la misma capacidad introspectiva y que esto puede parecer una experiencia bastante chorra. Bueno, igual que la lectura de un libro lleva al lector a una interpretación u otra., igual que el contenido puede ser más extenso depende de quien lo lea, correr también tiene sus niveles de consciencia: para unos más y para otros menos.
Imagino que habrá quien lea esto y diga, "voy a correr a ver si me pasa esto a mi, que esta chica se ha tomado algo fijo", pero no funciona así. Es más probable que se lleve un chasco monumental. Empezará a correr, sudar, resoplar, maldecir y escuchar los mensajes de su cabeza, que tanto mira por la integridad del sujeto, decir una y otra vez, "Para, para, para..." (Por más chorradas paleolíticas que nos digan, el cuerpo tiende a la horizontalidad) y entonces, lógicamente y con toda razón, podrá decirme, "Killa, tu flipas". Y si, afortunadamente flipo.
Ya desde el principio me di cuenta que este no era un deporte más, que tenía sustancia, meollo, algo... Solo hay que tener paciencia. En una entrada anterior, Miguel, me decía que para tener buenas sensaciones, para alcanzar ese estado de abstracción se necesita estar en forma. No había pensado en ello, la verdad, pero tiene toda la razón. Si una persona que no ha practicado deporte en su vida se levantase una mañana con el firme propósito de correr, lo pasaría mal, muy mal. Y no un día, ni dos, muchos. Lo curioso es que, a pesar de ello, de todas las personas que un buen día deciden ponerse un chándal o unos pantalones cortos y empezar a correr, un porcentaje alto lo dejará pasados los primeros meses, otros a los seis o nueve y, al final, solo un grupo reducido de personas -estén en forma o no- decide continuar. Lo mismo da que corran dos veces por semana, puede que con suerte tres o que les interese competir o no, la cuestión es que después de pasar el tamiz, el resultado es siempre un corredor interesado ya no solo en correr, sino en conocerse a si mismo. Hablo del carácter espiritual de correr. Mucho se ha hablado sobre esto en libros y artículos, pero es difícil encontrar en los blogs entradas en las que hablen de estas cosas. Yo creo que el hombre en general, sea por pura convención social o por diferencias fisiológicas reales, tiene dificultades para expresar sentimientos, le cuesta o se avergüenza de ello. Las mujeres lo tenemos mucho más fácil. Es la percepción que tengo.
Volviendo a los recuerdos vívidos (lo mío es empezar a hablar de una cosa y terminar hablando de otra totalmente distinta) lo que yo vi fue una puerta verde, pero no una puerta verde cualquiera, la que yo vi mientras corría era la puerta verde de madera, de medio metro más o menos, que estaba en la azotea del piso en el que vivíamos cuando yo tenía nueve años ¿Y que tiene de especial esta puerta verde de madera? Para empezar, separaba la azotea del techo de un cine antiguo, enorme, el mismo techo coronado por un tejado en el que me quedé atrapada y muerta de miedo siendo niña. Lo increíble fue ver los detalles, no la puerta, el verde descascarillado, las astillas en el marco, la cerradura y los huecos en la madera que dejaban ver el interior del techo de un cine. Los cines, al menos los antiguos, estan insonorizados con montones de paneles blancos inmensos que recubren la techumbre como si se tratase de un tablero de ajedrez de un solo color.
Entonces te das cuenta de que los recuerdos no se apagan, permanecen en la oscuridad hasta que un estímulo los hace despertar. Correr es un excelente estimulador de recuerdos. Primero fue la imagen y después la secuencia de acontecimientos. Yo jugaba con mi hermano Miguel a pegar la oreja en la puerta verde de madera y escuchar las películas. Se oían perfectamente. Recuerdo haber escuchado primero la versión acústica de "Dirty Dancing" antes que la versión íntegra (que chasco para una cría la versión completa ¿Qué se sabe a esa edad de golfos y mojigatas?) y también recuerdo una película de terror, "Terroríficamente muertos" (No tenéis perdón de dios si no la habéis visto, sobre todo la segunda parte. Película de culto para los amantes de las pelis de serie B) Igual el causante de mi interés por el género zombi y las películas tipo "Las ovejas asesinas" la tuvo aquella puerta verde. En todo caso, me encantó volver a verla en HD.
Si habéis llegado hasta aquí realmente lo vuestro conmigo es paciencia infinita. Ya no os torturo más.
De momento así están las cosas, en plan análisis e introspección ¿Por cuánto? Vete a saber, como tenga que esperar a que terminen de presentarse las imágenes de recuerdos que habitan en los cuartos oscuros de mi memoria, vamos para largo.
Pd: Dad una oportunidad a "Las ovejas asesinas" Te partes. Luego me contáis.
El sábado fui a comprarme algo de ropa. Reconozco que no soy una mujer demasiado obsesionada por la moda, de hecho, no tengo ni idea de lo que se lleva de temporada a temporada. La mayoría de las veces compro solo lo que me hace falta, pero tengo muy claro lo que me gusta y lo que no.
Lo de abrir el armario y darme cuenta que necesito cosas de forma urgente es algo bastante característico de mi personalidad. Por ejemplo, compruebo que todos los pantalones vaqueros que usaba hace un año y aún me sigo poniendo me quedan grandes, inclusive el pantalón de los pantalones, el ojito derecho, la segunda piel. Seguro que todos tenéis un pantalón vaquero que reúne esas características. Pues bien, el mío cualquier día me deja en pelotas en medio de la calle, look ochentero total sin intención (lleno de agujeros). Contemplo su desintegración progresiva resignada y con una idea muy clara: Cuando mueras, compraré el mismo pantalón, exactamente el mismo, una talla menos.
Así que una tarde de compras en la que descubro que soy capaz de meterme en una talla 36 de pantalón. Alucinante. Hacía tanto tiempo que no me probaba ropa que empiezo con lo de siempre: pantalones de la talla 40 y camisetas de la M. Entro al probador y veo que me sobra pantalón por todas partes y que la M de la camiseta me baila como un paracaídas. Entonces casi puede decirse que me veo. No es que este delgada como lo esta un corredor de fondo, en absoluto, de hecho me veo bastante fuerte desde que empecé el entrenamiento con pesas, pero estoy perdiendo cms de grasa a ritmos de vértigo.
Ahora mismo peso 56.3 y mido 1.58. No es un peso bajo en relación con mi estatura y sin embargo me veo delgada. Mejor dicho: fuertemente delgada. Me falta un centímetro para alcanzar la cintura que tenía antes de ser madre. Mola esta dieta que sigo. No pierdes ni un gramo de músculo y el cuerpo consume la grasa que lo recubre. Todo a cambio de nada:
Cero hambre.
Nada de cansancio.
¿Digestiones pesadas? Ya no las recuerdo. Siempre me siento con fuerzas para hacer ejercicio.
El sábado por la tarde me di cuenta que ya no tenía ningún sentido hablar de dieta. No se trata de una dieta, se trata de una forma correcta de alimentación a seguir por un tiempo indefinido.
* * *
Me siento fuerte. Cada día más. Salgo a correr y todo es perfecto. No podría ser de otra manera, ahora mismo hablar de sufrir mientras corro no procede. Cuando corres sin pensar en la próxima sesión, cuando usas el running para sentirte bien y poco más, no se contempla sufrir. Queda descartado. Voy a la sala de musculación del gimnasio y aumento los pesos semana a semana de forma progresiva. El viernes, por ejemplo, sentadillas con 55 k de peso en la última serie de 6 repeticiones. Me levanté seis veces a mí misma. Y cuando lo pienso me da risa. Luego pasé a la prensa para piernas para empezar con 80k y terminar con 120k. Sigo haciendo experimentos y pongo 45k para peso muerto en la última serie. Miradas a mi alrededor. Cada semana un poquito más. Mantener o aumentar ¿Sufrir? Mucho. El sábado por la mañana voy a mi Fitness de antaño y me sirve para quitarme las agujetas, sesión con poco peso, en plan repaso de la semana. El domingo salgo a correr sin problemas y, repito, todo es perfecto. Y yo soy la primera que alucina. Ni dolor de tibias, cuádriceps, femoral, rodillas, tobillos, gemelos... Todo OK. Es como tener lo bueno de todo a cambio de nada, no sé si me entendéis.
Para que os hagáis una idea:
Lunes: Ejercicios pectoral. Elíptica 35' variando intensidades del 1 al 7.
Martes: bíceps, tríceps y gemelos. Uso 30 k en la máquina de gemelos sentada en 3x15 y 25, 30 y 35 en la máquina de gemelos de pie. Por la tarde, corro 45' a 6'30
Miércoles: Hombros y trapecios. 35' elíptica muy suave.
Jueves: Espalda. Por la tarde 45' al trote.
Viernes: Piernas. Sábado: Fitness a modo de descanso activo. Domingo: 45' progresivo. Lo de progresivo significa que comienzo muy despacio y acabo más rápido, simplemente, solo que sin sufrir y sin forzar.
¿Se parece esto a algún entrenamiento tipo de algo o para algo? ¿Alguien se mete cinco días de pesas y corre tres veces en semana? ¿Y corona las sesiones de pesas con la elíptica? ¿Alguien que encima se lo pase bien haciendo todo esto en plan "yonki"?
Por eso me siento como un bicho raro, un híbrido que al final hace lo que le da la gana y como le da gana y de regalo se lleva lo bueno de todo.
Pero una cosa esta clara, y en esto tengo que dar la razón a quienes me lo advirtieron: no se puede estar al 100% en todo. Puedes correr y puedes hacer musculación, da igual lo que te digan, haz siempre lo que te haga feliz, lo que no puedes es darlo todo en todo. O te vuelcas en una cosa o lo haces en la otra., o te decides por sufrir para mejorar corriendo o te decantas por sufrir en la sala. Haces de uno el chico bueno y de otro el chico malo, pero no se puede en las dos. Sería agotador. Yo lo he intentado, y entonces dejé de pasarlo bien y cuando dejas de pasarlo bien ya no tiene sentido. Así de simple.
Tienes que elegir. Elegir no significa descartar. Elegir significa calibrar que estás dispuesto a darle a uno y a otro teniendo en cuenta que no se contempla el 100% en ambos.
¿Y adónde me lleva todo esto? No lo sé la verdad, pero me lo paso muy bien :)
Pd: ¿Qué fue del spinning? El spinning fue flor de un día, romance de unas horas, un visto y no visto (os tengo que hablar más detenidamente de ello). Apareció la elíptica en mi camino y la química fue instantánea. Estoy en los albores de una bonita y duradera amistad.
Correr es como abrazar un osito amoroso. No se ofenda nadie. Entiendo que llegar a tu casa después de hacer 6x1000 o fartlek de 4' intensos con 3' de rec. y que venga una loca con chándal a decirte: Oye ¿Sabes que correr se parece bastante al abrazo de un osito amoroso? pues mosquea. Lo entiendo.
En mi entrada anterior, os hice cómplices de mi acomodada situación, de mi estado de jogger feliz y sin remordimientos con una falsa preocupación más irónica que verdadera. En algunos comentarios leí cosas como:
Ya recuperarás la ilusión por correr
Igual te gusta hacer otras cosas
Encontrarás las sensaciones
¿Correr por correr no te gusta?
Dentro de una hora saldré a correr. Si nada lo impide, correré mientras el cuerpo me pida hacerlo y, aunque parezca contradictorio, correr nada tiene que ver con marcas, ritmos, distancias y carreras. Ni siquiera con objetivos. Al final, no son más que aliños. Si no somos capaces de disfrutar del hecho de correr en sí mismo, es que en realidad no nos gusta. Es mi opinión.
Os pongo un ejemplo que nada tiene que ver para que lo entendáis. Otro de mis hobbys (un día os voy a hacer una lista de cosas extrañas que me gusta hacer) es el crochet. El arte de tejer con una sola aguja todo tipo de hilos. Puedo hacer casi de todo con esas dos simples herramientas: desde un simple cojín a un trikini que se pondría Paris Hilton. Pero no siempre hago cosas concretas. A veces me siento con mi ganchillo y mi madeja de lana y tan solo tejo nudos uno detrás de otro. Puedo hacerlo durante horas y puede que de la nada surga algo, o puede que no. Un día mi hija me preguntó: ¿Qué haces mamá? Y yo contesté: Nada. Y haciendo nada pasan días, semanas, meses... así hasta que un día, de repente, algo abstracto empieza a cuajar en mi cabecita y de la abstracción surgen formas aún inconcretas y de lo inconcreto la idea en todo su esplendor ¿Significa que en los meses de no hacer nada haya dejado de gustarme lo que hacía? No ¿Significa que igual deba dedicarme a otra cosa? No ¿Significa que lo que hacía sin objetivo era menos importante que lo que hacía con un objetivo concreto? No. Pues aplicado a correr es lo mismo. Me gusta correr con o sin aliño, pero igual que no me siento preocupada cuando tejo sin finalidad, no me preocupa verdaderamente correr sin objetivo.
Como suele decirse, por el hilo se llega al ovillo y no al contrario.
El problema, mi problema, es que me gusta hacer chiste de casi todo. Decir que correr se parece bastante al abrazo de un osito amoroso no significa más que me siento increíblemente feliz y reconfortada cuando estoy en la calle, corriendo o trotando. Correr me hace feliz tanto si me pongo el famosísimo y siempre acertado (en lo que me toca) chándal de táctel del Carrefour como si lo hago con unas mallas de supplex con infrarojos lejanos.
A esto me refería.
Desde aquí hago un llamamiento a todos los joggers acomplejados ante ante tanto killer para que salgan del armario y se abran al mundo blogero. Tenéis mucho que contar. En lugar de cuchillos entre los dientes nos ponemos una margarita ¿La Revolución de los claveles? No. La revolución del jogger...
Podemos llevar camisetas rosas de algodón con nuestro propio lema:
"Yo también soy un jogger sin remordimiento"
"Jogger forever"
"I love chándal"
"Yo pienso mientras corro ¿Y tú?"
"El paisaje es hermoso. Míralo"
"Los km no son basura, tienen sentimiento" "Del cochino hasta los andares" "Yo no sufro, disfruto" "Corra yo caliente, ríase la gente" "Somos lirios, somos rosas, somos lindas mariposas" "Haz el amor y no la guerra"
etc, etc...
Pd: He llegado hace un par de horas. Todo genial :)
Estoy, como supongo que ya os habréis dado cuenta, en modo jogger. Y como digo siempre, sin remordimientos. Bueno, algo siento, pero poco. Fijaos si es grave, que el otro día me paré a mitad de rodaje para llevarme unas hojas de eucalipto. No con la idea de preparar un potingue paleo ni nada de eso, que va, resulta que tengo una cobaya a la que le encantan las hojas de eucalipto y desde hace unos días esta agresivo y arisco. No se que le pasa, así que pensé que unas hojas de eucalipto le harían feliz, pero el ingrato siguió con sus gruñidos y amenazantes chasqueos de dientes. Supongo que esperaba otra cosa, una cobaya hembra por ejemplo, y no unas hojas de eucalipto de una jogger en chándal. Casi me muerde el tío peludo.
Este verano cuando era pequeño. Antes de convertirse en un asesino.
Antes, solo tenía ojos para la web del Carmona Paez y su calendario de carreras. Poco más y la convierto en página de inicio, y ahora ya no tengo ni idea de que se cuece por esos lares. Muy grave.
Antes, miraba las distancias y los ritmos y esas cosas, luego empecé a mirar solo la distancia pasando del ritmo, pero ahora ni eso. Tan grave, que el otro día ME DEJÉ EL RELOJ EN CASA y no fue a propósito como al principio, en aquellas semanas de malas sensaciones donde me iba a las salinas a buscar bajo las piedras la sensación perdida. Me lo dejé de verdad, y entonces, como de perdidos al río que suele decirse, me dediqué a recoger hojitas de eucalipto y mi cobaya casi me muerde. Me lo tenía merecido. Doy asco. Muy cursi todo, lo sé, pero ¿qué hago? ¿Alguna poción de Panoramix que me cure de este mal?
Los runners de verdad pasan por mi lado levantando polvareda mientras yo pienso:
¿Pero dónde vais? Con lo bonito que esta todo y esas prisas...
Secreto de esos que no se cuentan: Nunca me ducho en el gimnasio.
Antes del linchamiento público y las miradas de asco, dejadme decir en mi defensa que una persona aficionada a los dobletes (deportivos, por favor), pasa bastante tiempo en remojo, aunque reconozco predilección por la comodidad de mi cuarto de baño.
En mi anterior gimnasio era imposible usar las duchas de los vestuarios. Ahora comprendo que el lugar donde yo pasé casi tres años haciendo Just Pump, Stepp y Fitness podría considerarse algo así como la versión femenina del antro perfecto solo que de perfecto no tenía nada de nada, era más bien de los malos, sin adjetivo, pero estaba cerca de casa. Tu primer gimnasio tiene que cumplir este requisito para vencer la pereza y generar el hábito.
Una pequeña sala, pesas, barras, mancuernas y gomas. Poco más. A la hora de cambiarse de ropa lo normal era ir unos minutos antes para evitar el overbooking de la clase que terminaba, cambiarse rápido y a la sala. Cuando terminábamos nosotras lo mismo pero a la inversa ¿Ducharse? No. Ni yo ni ninguna. No cabíamos, parecíamos sardinas en lata. Así que lo máximo era el trámite de quitarse la camiseta sudada y ponerse la camiseta limpia y cambiar de zapatos. Lo de los zapatos era una norma del gimnasio: "Los zapatos de la calle no sirven para la sala" El único motivo que justificaba esta norma es que la sala tenía el suelo de parqué y supongo que limpiar madera debe ser más difícil que limpiar losa. Yo, siempre que podía, me saltaba el reglamento.
Cuando tienes tu gimnasio a 200 metros según Gmap-Pedometer al final no te cambias ni de camiseta. Al menos yo. De hecho, sales de tu casa con toda la indumentaria Fitnera, esto es, las camisetas de colores chillones, los pantalones cortos, las falditas pantalón, etc. Y el vecino te mira raro un día, pero a medida que van pasando las semanas, los meses y los años, te conviertes en la friki que a veces se pone una camiseta fluorescente amarilla (brilla de verdad en la oscuridad, creo que es radiactiva) para ir al gimnasio.
Así que iba monísima de la muerte y colorida al gimnasio y volvía a casa con pelos de bruja y la ropa hecha un asco. No importaba. Me duchaba en mi casa y listo. Fin del problema.
Ahora estoy un gimnasio súper pijopetado de corredores. Y el vestuario es inmenso, limpio y calentito. Así que esperarse y ducharse en casa ya no tiene sentido: ahora lo tengo todo para sentirme como en mi propio cuarto de baño.
Antes de continuar tengo que contaros una cosa que me pasó el primer día. Sufro un déficit de atención grave, y como soy despistada hasta decir basta, me equivoqué de vestuario. Juro por mi honor que no hubo en mi confusión ningún interés lúdico festivo, que fue sin querer y que salí de allí a escape. La imagen de un culo peludo aún me persigue ¿Cómo podéis usar unos gayumbos tan horteras? Reivindico desde aquí la vuelta del calzoncillo blanco Abanderado.
Total, de regreso a mi vestuario, lo primero que hice fue confesar mi error para someterme al escarnio público y recibí como respuesta carcajadas femeninas y un tercer grado sobre tamaños y colores. Viva la liberación.
Decía, antes de irme por los cerros de Úbeda, que ya no tengo excusa y sin embargo sigo duchándome en mi casa. Lo de ahora es mucho más grave. Mi súper gym esta en la última planta de un centro comercial, un centro comercial pequeño, pero obviamente muy transitado.
Y es que no puedo con todo el tinglado. En lugar de ir al gimnasio, tengo la sensación de estar preparando la maleta para irme un fin de semana de viaje. De hecho, creo que, si en lugar de ir a la sala de musculación, se me fuese la olla y pillase el primer tren a Sevilla, tendría todo el neceser higiénico necesario para varios días. Que agobio:
Dos toallas. La de ducha y la de la sala.
Gel.
Champú.
Suavizante.
Chanclas.
Crema para el cuerpo.
Crema para la cara.
Crema para las manos.
Desodorante.
Muda de ropa.
Ropa interior.
Guantes para la sala.
Agua.
Esto es lo que me lleve la primera semana (Si, tengo una crema para cada cosa ¿Qué pasa?) y luego empecé a restar:
Dos toallas.
Champú 2x1
Desodorante.
Chanclas.
Muda de ropa.
Ropa interior.
Guantes sala.
Agua.
Y ahora:
Guantes sala
Agua.
Toalla.
Camiseta.
Paso. Me niego. Que no ¿Hija y no te da vergüenza pasear por los pasillos del centro comercial y bajar las escaleras mecánicas cochambrosa de la muerte? No. Al que no le guste que no se acerque. Mofetilla forever hasta mi casa, mi baño. Empecé suprimiendo las cremas, total, del gimnasio a mi casa no creo que me vaya a descomponer en código binario por no ponerme crema, y terminé por pasar de todo e irme con mi mugre a cuestas. Soy una rebelde. La grunge que reside en mi alma ha vuelto.
Si os parece que mi primera mochila iba cargada, es porque no habéis visto lo que se llevan algunas, madre del amor hermoso, que solo les falta llevarse el kit para la manicura francesa. Eso por no hablar del maquillaje y las planchas para el pelo., el otro día escuché a una chica decir: Deberían poner unas planchas para el pelo además de secadores. Claro. Y un negro que haga masajes también. Y es que las ves haciendo spinning con el rimmel y las sombras de ojos, sin inmutarse, como si no tuvieran glándulas sudoríparas, como si fuesen algodones asépticos e inoloros en plan ¿A qué huelen las nubes?, y una sudando la gota gorda como un chotuno, que hasta vergüenza siento de mi condición humana.
Perfectas hasta en el campo de batalla. Antes muerta que sencilla.Vamos, fijaos si no exagero que hay un cartel junto a los lavabos que dice: Por motivos higiénicos se ruega tirar las cuchillas después de depilarse a la papelera. A cuadros se queda una ¿Pero quién se depila en el gimnasio? Muy fuerte.
* * *
Cuando salgo a correr todo es más sencillo. Puedes ser más o menos papafrita y llevar artilugios hasta en las orejas, pero tanto si decides ir como Robocop como si lo haces en plan Gandi, sudas como un cerdo, y puedes pararte en medio de la ciudad con los brazos en jarra, toda tu porquería encima, mirar al mundo sacando pecho, intimidando con tus feromonas y exclamar: ¿Qué? ¿Qué pasa? No importa. Eres un corredor.