BREÑA XTREME. BARBATE.
He pasado una mala noche. Apenas habré dormido cuatro horas en total
cuando ya estoy ultimando los últimos preparativos. Llevo en mi mochila tipo
Camel una bolsa de hidratación con capacidad de un litro y una botella de
Gatorade de 50 cl. Es exactamente la cantidad de líquido que la organización
exige a los corredores. Luego supe que para la Trail Bronce hubiese sido
suficiente con un litro, pero os puedo asegurar que no me sobró nada.
He prescindido de la comida “abultada” Nada de piezas de frutas o bocadillos,
llevo barritas de cereales y un par de geles. Por el contrario, aprovecho para
desayunar a lo grande: un bocadillo de pan de centeno con mantequilla y un café
con leche, un plátano y un racimo de uvas. Me siento como si llevase una
tonelada de comida en el estómago, pero quedan más de horas para la carrera.
Con todo preparado, salimos mi marido y yo hacia Barbate. Son casi
las nueve cuando llegamos al polideportivo, y hace bastante frío. Sin embargo,
no veo una sola nube en el horizonte, el cielo esta completamente despejado y
yo sé muy bien lo que significa eso.
Significa calor.
No hay demasiado bullicio. Las 350 personas que estamos allí no terminan
de llenar el patio del polideportivo. Puedo ver de todo. Galgos altísimos y delgados,
hombres musculosos de piernas como toneles, veteranos y veteranas, y muchas
chicas. La mayoría de ellas vienen de acompañante, darán una sola vuelta como
marchadoras y luego permanecerán en el polideportivo encargándose de la
logística. La regla para los 24 horas es clara: no se puede salir del circuito bajo
ningún concepto, así que traen tiendas de campaña, comida para dos días y sacos
de dormir. Toda ayuda es poca. Quizá algún día ellas corran y ellos se queden
preparando la comida. Quién sabe.
Y luego están los militares. Corren por equipos. Llevan camisetas blancas
con el escudo de la legión o camisetas verdes si pertenecen a infantería o artillería. No estoy muy puesta en temas de uniformidad, pero el escudo de la legión es inconfundible. Se
organizan perfectamente, salen todos juntos y los equipos de tres o cuatro corredores llegan a la meta sin separarse
ninguno de ellos, como una piña, como si cada uno de estos chicos fuera una
pieza importante de un engranaje mayor del que no pueden prescindir para continuar. Me gustan estos
chicos. Uno de ellos porta un estandarte con la bandera de España.
De momento no estoy nada nerviosa. De hecho, nunca me he encontrado tan tranquila a falta de pocos minutos para la salida.
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Repelente de mosquitos marca Mercadona |
Termino de ultimar ciertos detalles. Vaselina para la cara interior de
los muslos y los brazos, repelente de mosquitos en spray (una maravilla)
ajustar la gorra, gafas, mochila y ponerme los calcetines negros de ejecutivo
por encima de las zapatillas a modo de polainas. Me da muchísima vergüenza esto
último. Casi nadie los lleva, excepto estos locos de la legión y algunos
veteranos. Mi acierto no pudo ser mayor.
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Momento vaselina... |
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Momento vaselina II. Me encanta esta foto. |
A falta de unos minutos, el organizador del evento, nos dice algo así: “Esta idea nació en Des Sables y es la arena su inspiración. Es
la misma arena que vais a maldecir y la que se os meterá en la cabeza hasta
infectaros” No le faltó razón.
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Ajustando las gafas y con mi camiseta Dicorpo EXTREME SPORTWAY. Como molo. |
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Solo me faltan los calcetines, pero me da un corte viendo las polainas... (ver chico detrás de mi) |
Suena el pistoletazo de salida a ritmo de “Enter Sandman” y avanzamos
caminando o al trote. Antonio, un chico que lee mi blog, me saluda en la línea
de salida. Supongo que me ha reconocido porque soy la única mujer que va sola.
Ni en equipo, ni en pareja. Más sola que la una.
Camino los 300 primeros metros a paso rápido, mi idea es comenzar el
trote nada más entrar en el parque, pero cambio de idea y comienzo a trotar para
colocarme más o menos a la mitad del pelotón. Muchos de los corredores ya se
pierden dentro de la maleza. El primer kilómetro y medio es casi íntegro por asfalto y
cuesta arriba. No me importa. Voy despacio y puede ser un calentamiento
fenomenal.
COMIENZA EL JUEGO.
Os dije hace unos días que empezaría a trotar y seguiría hasta que no
pudiese más ¿verdad? ¡Ja! Esto no se parece en nada a los caminos de tierra por
los que yo corro. Toneladas de arena y cuesta arriba. Imaginad hacer 12 km. por
arena sin parar de subir. El desnivel total hasta el Mirador (12 Km.) no
es muy alto, son unos 312 metros totales, el problema es tratar de correr por
la arena y que esta te frene los pies a cada paso. Cambio el chip. Llevo dos
kilómetros y ya voy tan cansada como si llevase diez. Sé que me quedan 10 km
cuesta arriba y tengo que completar 28. Los marchadores hace rato que quedaron
atrás y los superhéroes del inicio se perdieron hace tiempo, en el medio
quedamos unos pocos que iniciamos un divertido juego: ahora me pasas a mí,
ahora yo te paso a ti... Intercalamos trote y caminata. Si hay que subir hay que
hacerlo andando y si hay que bajar, cosa que ocurre pocas veces en el primer
tramo, saltas como una cabra y recuperas posiciones con los compañeros.
Me acordé de la Pingüina. Todos llevan bastones. Todos. Y aquí estoy yo
subiendo pendientes sin un p**o bastón al que agarrarme. Así que me fijo en el
camino y de tanto mirar… encuentro lo que busco. Un tronco de madera de unos 80
cm de largo, curvado y con empuñadura y todo (veréis la foto) Flipante. Si dios
existe, puso en mis manos un bastón de la leche.
Estoy en el Km. 4 y empiezo a encontrarme cansada, pero fuerte. Es un
cansancio totalmente llevadero. Sé que mi intención inicial, hacer los 15
primeros kilómetros tan suaves que la carrera empezase verdaderamente a partir
de ese momento, es una tontería. Como el terreno siga siendo así, voy a llegar
muy cansada. La cuestión es que me gusta.
Y el juego sigue. Delante de mí van dos veteranas y una chica sola. Son objetivos
a la vista. Las paso SIEMPRE en las subidas
y ellas lo hacen en las bajadas. Creo que todos somos conscientes de lo que
esta pasando y a nadie le hace ni pizca de gracia que le pasen. Es la ley de la selva en una selva de arena.
La cuestión es que me gusta, repito.
Llego al primer punto de avituallamiento en el Km. 5 y me paro lo justo
para sellar el ticket y preguntar:
¿Así es todo el recorrido?
¡Habrá algún camino por donde se pueda correr 3 minutos seguidos!
Risas. Se miran entre si y levantan los hombros en un “Ya lo verás”
Pasando el Km. 5 me adelanta uno de los equipos de la legión. Me animan
muchísimo con sus palabras. Vuelvo a decir que me encantan estos chicos y además también llevan calcetines de
ejecutivo. Y por fin, por fin, sobre el Km. 7 alcanzamos un camino de tierra lo
suficientemente largo para poder trotar sin tener que parar. Eso hago. Siempre
un trote aeróbico, nada de locuras ¡Me quedan 20 Km!
Al iniciar el trote, las veteranas me pasan rápidamente, pero, así
son las cosas, paran en el Km 8 y yo practico
la “Venganza de la Tortuga” No solo
eso, sigo pasando corredores que, en su afán por recuperar puestos, corrieron
demasiado rápido en el primer camino de tierra y han agotado sus reservas
demasiado pronto al entrar en arena de nuevo. Vuelvo a pasar al equipo de la
legión y me encamino hacia el mirador. Todo es cuesta arriba ahora, las bajadas
son mínimas y uno de los tramos es de piedras, no piedras pequeñitas, piedrazas
de todos los tamaños. Pensaréis que soy
una masoquista pero me lo estoy pasando de la ostia.
EL MIRADOR Y ¡A MÍ LA LEGIÓN!
Cuando llego al mirador, sé que, de aquí en adelante, casi todo será
cuesta abajo.
Paro, vuelven a sellarme el ticket y aprovecho para beberme la mitad del Gatorade y tomarme uno de los geles.
Cada uno de ellos lleva 17 mg de cafeína además de la glucosa.
No vale sentarse. No me senté en
ningún momento. Las piernas están cargadas de tanta subida pero también las siento fuertes, perfectamente preparadas para lo
que estoy haciendo, así que comienzo la bajada.
¿Habéis corrido alguna vez cuesta abajo por un camino de piedras y
raíces? Pues probadlo. Me salió sin pensar, pude haberme caído, pero me lancé y
llegué al final sana y salva. Eso sí que es divertido. No puedes pensar, tienes
que mirar en décimas de segundo donde vas a colocar los pies, es como un
zig-zag, un juego de piernas y te sientes… ¡Guau! No se donde he aprendido a
hacer algo así.
De nuevo un camino de tierra y a trotar se ha dicho. Si el camino tiene lagunas de arena me paro. Hace tiempo
que me he dado cuenta de como afrontar esta prueba con garantías: tienes que
adaptarte, ser versátil. De nada sirve que seas rápido si tus piernas no pueden
subir una duna de arena., y de nada sirve que seas fuerte como un toro para subir
cuestas si después no puedes correr ni cinco minutos. Es una medida de todas
las cosas: agilidad, fuerza, velocidad y estrategia. Y siento que yo puedo
aportar un poco de cada. Estoy bastante completa
en este sentido. Lo que esta claro es que las subidas son lo mío y ahora mismo,
en ese momento, adoro cada una de las sentadillas que he hecho.
Trotando al final del camino de tierra, sobre el Km.13 escucho voces
detrás de mí. Son el equipo de la legión que dejé atrás en el Mirador que
vuelven a darme alcance.
¡Pero bueno! ¿Qué pasa contigo?
Te pasamos, nos pasas… ¡Eres una campeona!
Nos reímos, hacemos algunos chistes sobre nuestros calcetines-polainas y empiezan a marcar el ritmo. Me pongo detrás
de ellos y les sigo. Uno de los chicos es el que dirige, indica cuando hay que parar
y cuando hay que trotar (Esta que escribe esta encantada de la vida de formar
parte de un pequeño escuadrón de la legión) y, poco a poco, a lo tonto,
empezamos a alcanzar a algunos corredores. Voy mucho mejor en esta segunda
parte que en la primera, las bajadas se agradecen, la arena es un poco más
compacta y he guardado fuerzas. Los corredores, entre ellos una veterana de las
24 horas que piensa hacer 3 vueltas si el cuerpo se lo permite, se suman al
improvisado escuadrón de marcha. Podríamos haber cantado canciones…
Soy el novio de la muerte…
O
¡¡Legionarios a luchar, legionarios a morir!!
No sufro, no hay dolor, me siento muy bien y nada de pensamientos
negativos.
¿Cuánto tiempo estuve detrás de estos chicos? Pues calculo que nos
separamos un kilómetro antes de llegar a la Torre del Tajo, esto es, en el
Km.17. Estuve al menos 4 Km. detrás de ellos, entendí en ese tiempo la
importancia de ir acompañado, de cómo el ritmo puede ser mayor y la motivación
hacerse aún más grande con compañeros que a solas.
Sin embargo, soy consciente que mis fuerzas no son las de ellos y me
quedan 11 Km. así que aminoro el paso y continuo con la veterana. En este
tramo, desde el km. 17 al 20 más o menos (los kilómetros solo estaban señalados
al principio) me olvido de la competitividad. Es lo que tiene. Vamos andando a
paso vivo el tramo cuesta arriba hasta la Torre del Tajo y hablamos de un
montón de cosas, inclusive de lo difícil que resulta lidiar con hijos
adolescentes. No se si a los hombres os podría pasar una cosa así, pero creo
que las mujeres en general somos bastantes menos competitivas, o al menos no nos
lo tomamos tan en serio… hasta que me dice:
Pues llevas un tiempo muy bueno
¿Vas buscando alguna marca?
No… No sé. Voy buscando el
límite de mis fuerzas.
Veréis, al mirar mi reloj daba por hecho que mi tiempo era una mierda,
pero al decírselo a mi compañera va y me dice:
Esto no es asfalto… así que
cuando quieras tira.
Y comienzo a trotar
cuesta abajo por un camino de tierra en condiciones que bordea todo el
acantilado de las Breñas ¡Al fin un tramo por el que poder trotar sin parar! Lo
que me ha dicho mi compañera me deja con la mosca en la oreja ¿Será verdad que
no voy tan mal? Doy por hecho que estoy en el centro y que los que son
exclusivamente marchadores hace rato que se han quedado atrás, pero hablar de
tiempos buenos cuando llevo más de tres horas ¿Será…? Alcanzo a un corredor que
luego me pasará un poco más adelante y escucho a otro grupo de tres que viene
detrás de mí. Esta vez son militares de artillería del cuartel de Camposoto y
llevan una dinámica muy similar a los legionarios: uno encabeza el grupo y los
otros le seguimos, porque, claro, me vuelvo a poner detrás de infiltrada.
Iremos sobre el km
21. El abductor de la pierna izquierda comienza a molestarme, los gemelos, cuádriceps y rodillas, de lujo. Muevo los pies dentro de los zapatos para saber
si la arena ha podido con los calcetines de ejecutivo pero nones. No noto ni un
solo grano de arena. Apuesto a que los que llevan polainas que solo protegen las zapatillas a la mitad y se sostienen con cintas elásticas, no van tan cómodos, de hecho ya los he visto parar para sacudirse los pies.
Todo de lujo hasta el Km. 22 cuando veo frente a mis ojos el mayor repecho de todo el itinerario, y de arena, mucha arena, arena por todas partes. Esta empinada cuesta arriba, ahora, en este momento, en el Km. 22 cuando las fuerzas empiezan a estar justas, es un castigo. Empiezo a subir tratando de ampliar la zancada para hacer el ascenso lo más rápido posible pero no funciona. Por primera vez en todo el recorrido me da un bajón impresionante. No tengo fuerzas, no puedo subir. Ni de coña. Es curioso como puedes pasar de estar bien a estar a cero. Parece que la línea que separa un estado del otro es bastante delgada. A todo esto, el tronco-bastón que me acompaña desde los primeros kilómetros, no os podéis imaginar lo bien que me vino. Lo sujeto con las dos manos y comienzo a subir apoyando todo mi peso en él. Me doy cuenta que no tiene mucho sentido tratar de subir como al principio cuando tienes las fuerzas íntegras. De nuevo hecho mano de la versatilidad y comienzo a subir muy despacio, paso a paso, parando y respirando profundamente, sin mirar hacia arriba. Cuando llego hasta el final me doy cuenta de que no se ha acabado, aún quedan 200 metros de subida por arena, pero la pendiente no es tan acusada. Avanzo despacio, miro hacia atrás y no veo a nadie, delante, las figuras empequeñecidas del grupo de tres se recorta sobre la arena del cortafuegos, y aquí me paro y miro al frente.
LA TRAMPA. BARBATE.
Estoy en el último cortafuegos del itinerario. Todos los cortafuegos han sido difíciles pero este es especial. Es tan salvaje y hermoso al mismo tiempo que me emociona. Su recorrido es de más de 500 metros de anchas ondulaciones, de subidas y bajadas, con una arena dorada, libre de cascajos y tan suelta como la de un desierto. Estoy en La Trampa. He empezado a recobrar las fuerzas. No solo tengo resistencia, también tengo capacidad de recuperación. Me siento libre, cansada como un mono, pero con una sensación de plenitud difícil de explicar. La soledad no me asusta, a veces, quedarte solo es la mejor opción para poder contemplar algo tan hermoso.
Opto por bajar al trote duna abajo y subir muy despacio, paso a paso, las pendientes hasta que veo la flecha que me indica que el camino se tuerce a la izquierda. Son las 14:00 horas, debemos estar a unos 24º y el sol me da pleno en la cabeza. Decido, pasado un tramo tan difícil como este, que el mayor trofeo que me voy a llevar de esta carrera es este tronco-bastón improvisado. De hecho, es ahora mismo el objeto al que más agradecida le estoy. Voy a rasparlo, lijarlo y barnizarlo. No le doy besitos porque me parece excesivo.
Paso el cortafuegos La Trampa, cruzo una carretera y entro en un camino de tierra. Ando unos minutos para recuperar el resuello y comienzo a trotar. Deben quedar unos cuatro o cinco kilómetros a lo sumo. En ningún momento me he sentido tan cansada como para decidir retirarme, el único punto conflictivo lo superé mucho más rápido de lo que ni siquiera imaginé, tanto como para poder trotar, que es lo que estoy haciendo ahora mismo.
Delante mía, un corredor solitario, trota con dificultad. Consigo darle alcance y pasarle. Acelera y se coloca a mi lado. Es un corredor alto y pesado. Hablamos un rato, me dice que el asfalto le genera ansiedad pero que en estas pruebas encuentra su sitio. Un sitio para un hombre grande como él. Ha corrido dos veces los 101 de Ronda y me dice que la gente subestima estas competiciones, pero que es muy difícil correr por la arena, que hay que estar muy fuerte. A él le quedan dos vueltas más y yo estoy a punto de concluir mi primera y única vuelta. Me siento un poco mal por ello.
No paramos de trotar hasta la meta. Ya solo nos quedan 3 Km. o al menos eso creo, porque los kilómetros dejaron de marcarse en el mirador y el resto del tiempo he ido preguntando a otros corredores.
Vamos todo el tiempo juntos hasta casi el final, pero me fijo en que empieza a respirar muy fuerte, resopla y parece que le cuesta llevar el trote, así que me dice que siga poco antes de llegar.
Vuelvo a encontrarme con Antonio, el lector ex anónimo, que ya ha empezado su segunda vuelta y me da ánimos, cuando de repente escucho el claxón de un coche detrás de mi. Es mi marido, que vuelve para recogerme justo a tiempo (que increible capacidad de cálculo). Levanto mi tronco-bastón haciendo la señal de la victoria y continuo.
Cruzo la alfombra de llegada, deposito mi chip y se acabó.
Nada de vítores, aplaudos, casi nadie espera. Cuando yo termino, la mayoría comienza., cuando yo me quito mis calcetines de ejecutivo y los tiro a la basura, la mayoría los sustituye por unos nuevos., cuando yo este durmiendo esta noche, muchos de ellos culminarán su quinta, puede que sexta vuelta. Ellos si que son héroes.
Las risas escasean, el gesto es serio, los corredores llegan, se duchan, comen y vuelven a comenzar hasta que su cuerpo aguante. Buscan el límite.
Chapeau por cada uno de ellos.
Y yo estoy cansada pero no agotada, de hecho, mientras escribo esto un día después, cuando trato de recordar cada detalle, apenas percibo unas pequeñas agujetas en mis gemelos y una leve molestia en el abductor de la pierna izquierda. Tengo machacados los dedos sin uña de siempre, una pequeña ampolla (que pinché con un alfiler en la llegada. Llevaba uno por si acaso) en el talón del pie izquierdo y poco más. Suciedad por todas partes (evidentemente, hoy no), los hombros quemados y un cuerpo íntegro. Supongo que aquel no era mi límite y hoy, casi 24 horas después, a sabiendas de que todo salió a la perfección y de que hice una carrera casi de manual guardando todas mis fuerzas para la segunda parte, siendo prudente, no puedo evitar preguntarme ¿Hubiese podido con una segunda vuelta? Sinceramente, creo que si.
Tardé 4 horas y 22 minutos en realizar el recorrido y quedé en cuarta posición de mi categoria en la modalidad Trail Bronce. Esto sí que fue una sorpresa. La primera chica entró en 2 horas 33 (increible), la segunda en 3 horas con algo, la tercera en 4 horas y 7 minutos y después yo.
Cuando vi las listas de clasificación no puede evitar pensar: Vaya, si no hubiese hablado con este y con aquel, si hubiese ido más rápido en los tramos de tierra o no le hubiese sujetado los bastones a mi compañera mientras usaba el campo de improvisado baño, si no hubiese hecho esto o lo otro... pues igual no lo hubiese pasado tan bien. A todos parecía sorprenderles que fuese la primera vez que hacía una carrera de este tipo, incluso yo me sentí cómoda en todo momento como si ya llevase varias y ¿sabéis qué? tenía la intuición de que sería así. Sabía que podía ser muy fuerte en las subidas y resistente en el camino. Este hecho ha quedado demostrado.
Eso si, el año que viene, a saco.
Pd: Solo tengo fotos del inicio, y pocas. La cámara se quedó sin pilas. Un pequeño fallo de organización. De todas formas, no pensaba llevarme la cámara, mi intención no era precisamente pasear y tomar fotos, todo sea dicho. Espero, eso si, que la organización tomase algunas.
Pd1: Dejadme hacer unas fotos a mi compañero de viaje el tronco-bastón y mañana os lo presento.