domingo, 29 de mayo de 2011

RECUENTO



Cuatro meses desde que empecé a correr y desde hace dos días, un año más en la saca.

Esto de cumplir años dejó de hacerme gracia cuando, alrededor de los 32, los 33 llegaron casi de inmediato y los 34 recién estrenados han aparecido sin que nadie los llame en un abrir y cerrar de ojos. A este paso, la vida se me va a pasar un ritmo tan alto que ya lo quisiera yo para mis sesiones runneras.

Así que, recién estrenados los 34 y con la calculadora, el cuaderno y un bolígrafo en mano (con lo fácil que sería hacerlo en una hoja Excel ¿verdad?) me dispongo a sumar los Km. de mi retoño de cuatro mesecitos, en una rudimentaria visita al pediatra para que midan, pesen y ausculten a este bebe que con tanto cariño crece y engorda.

A ver:

Febrero: 79.3
Marzo: 87.2
Abril: 89.7
Mayo: 97.72 ( 106.47) (Mayo aún no ha terminado. Este mes entro directamente en los 100)

Totales: 353.92  a falta de dos salidas más: hoy y el martes 31 de Mayo.

En cuanto al ritmo:
Progresión rodajes lentos cómodos: 8´- 7´40´´ -7´ -6´36´´-  6´20´´  (con variaciones, a veces más, menos…)

Ritmo en carrera (las tres carreras que llevo hasta ahora):
1ra: 6´29
2da: 6´13
3ra: 6´0

Como veis aún me queda mucho por recorrer.
Estoy haciendo dos tipos de salidas: rodajes largos (más de 10 km) a ritmos muy lentos para hacer fondo y salidas a ritmo “alto” (sin bromas por favor) sostenible de 7 ó 8 km

Encontré, hace ya unas semanas, un programa de entrenamiento de la web del club Carmona Páez de San Fernando, para todo un año (interesados: Entreno 4 días semana) en el que recomendaban cuatro salidas a la semana (yo hago de momento tres aunque reconozco que ya estoy pensando en la posibilidad de sumar un día más):

A modo de resumen del programa:

-Rodaje largo de no más de 90´ (el tiempo lo he pasado, pero ha sido sin querer queriendo)
-Salida ritmo lento de media hora: Descanso activo.
-Salida a  ritmo alto sostenible 60´
-Cambios de ritmo (fartlek) para principiantes; series para avanzados

Días recomendados: domingo (tirada larga); lunes (descanso activo); martes (ritmo alto sostenible); miércoles (descanso) jueves (cambios de ritmo); viernes y sábado (descanso)

Solo he probado los rodajes largos de más de 60´y las salidas a ritmo sostenible, las series… Como que no. Aún no me veo sinceramente.

Como dije en el foro, entre las series del gimnasio, las series del running y las series del fin de semana, mi vida puede convertirse en un serial de series.

martes, 24 de mayo de 2011

LA KENIATA Y YO.

Los he visto por la carretera de Camposoto. No son keniatas pero casi. Piernas largas, cuerpos de junco, espigas de trigo que se deslizan sin tocar el suelo como si fuesen arrastrados por una suave brisa. Cuerpos hechos para correr. Fenotipos específicos creados para el movimiento.

Apenas mueven otra parte de su anatomía que no sea la etérea zancada de sus piernas metafísicas. Sin ruido, sin la respiración entrecortada, sin el brillo del sudor en sus frentes, sin esfuerzo., zancadas invisibles de piernas rascacielo que se deslizan por el asfalto como el agua de un río, la brisa, una hoja, una pluma, un pájaro…

Están a un paso de volar y yo les tengo una envidia muy mala.

Para que os hagáis una idea (mis nulos conocimientos del diseño gráfico quedan en evidencia, aún así, espero que la idea sea captada convenientemente):



Esta criatura del señor, creada en  un espacio-volumen condensado y ridículo de apenas 1.58 de estatura y unas medidas que la sitúan en el grupo FUERTE cada vez que se pesa en la farmacia y la cifra obtenida la encuadra en esta categoría, esta  muy lejos de ser una keniata. Ni aunque me reencarnase tres veces. Ni aunque –siguiendo la moda de turno del famoseo- me encomendase a las bondades de la dieta dunkan. Jamás.

En la carrera del sábado, minutos después del pistoletazo de salida y mientras observaba con resignación como volvía a colocarme en el vagón de cola (mi lugar natural) le dije a Santi:

-Cada carrera es un baño de humildad…



Y es verdad.
Cuando voy al gimnasio, el lugar que me corresponde según mis características morfológicas, soy tremendamente competitiva. Nada que ver con la chica que ve pasar a TODOS los corredores junto a ella y se conforma… de mala gana porque no le queda más remedio. Nada que ver. Por eso me sentí tan eufórica cuando, desde el tercer kilómetro, empezamos a adelantar corredores y por eso sentí un poco de pena que la carrera no hubiese sido un poco más larga., delante de mí puede ver corredores en las últimas, solo hubiese necesitado uno, dos, puede que tres km más para dejar a muchos atrás.

Un baño de humildad.

Soy competitiva. Eso esta claro. Pero no soy tonta. Eso también. Soy consciente de mis limitaciones tanto del tiempo que llevo corriendo (cuatro meses) como físicas, y el amplio margen que se establece entre el vagón de cola y el del medio (las metas han de ser siempre alcanzables sino perdemos el tiempo y la motivación) se convierte ahora en un objetivo a largo plazo, deseable, una motivación.

Eso es exactamente lo contrario de lo que pone en el cabecero de mi blog “Correr sin meta es una filosofía de vida”  No es verdad. En su momento puede que lo fuese pero ahora ya no me sirve ¡Claro que quiero metas! ¡Y quiero carreras!

Los keniatas seguirán moviendo sus ágiles cuerpos en el lugar reservado solo a los mejores y yo me conformaré con verlos volar desde atrás arrastrando mi cuerpo con la torpeza de un vuelo de gorrión.

Ya tengo un reto que me tienta. No estoy en absoluto preparada para ello pero quedan casi cuatro meses y unas ganas tremendas de probar (no, no es una media, eso aún me queda grande)

domingo, 22 de mayo de 2011

CARMONA PAEZ. CRÓNICA DE CARRERA.

Ambiente de salida


El vagón de cola, mi vagón.
Son las 10 de la mañana del sábado 21 de mayo y acabo de despertarme. Normalmente lo hago mucho antes, pero hoy ha cuadrado así la cosa y me sorprende. Por la tarde tengo una carrera, mi tercera carrera popular desde que comencé mis andanzas como corredora y no estoy nada nerviosa. Claro que aún quedan muchas horas por delante, pero esta calma chicha es extraña, es como la marea baja, las horas más calurosas del estío o una noche de otoño. Es una calma expectante.

Nada de lo que hago a lo largo del día difiere un ápice de un día de sábado común: mismo desayuno, recoger la casa, preparar el almuerzo e inclusive dormir la siesta. A partir de las seis de la tarde, la cosa empieza a cambiar lentamente. La calma chicha que es como la marea baja comienza lentamente a transformarse en marea alta con oleaje, el estío de la tarde da paso a las bulliciosas noches de verano y la noche de otoño a un día de colores ocres con hojas que caen y viento que sopla.

Preparo la ropa, busco la documentación, coloco el dorsal en la camiseta y dejo los zapatos y los calcetines preparados. Me ducho con agua fría., y tiene su explicación, (aparte de que en verano lo hago siempre) se trata de un experimento que no esta de más probar.  El agua fría tiene un efecto tensor, vasoconstrictor que evita la pérdida de humedad de la piel mientras que revitaliza los músculos y la circulación interna (parece un anuncio), aparte de que te despierta, gritas en la ducha y te deja más fresco que una lechuga.
Sigo en la línea de experimentos de última hora que no pueden hacerme ningún mal y me embadurno de crema nutritiva con aceite de coco… Todo persigue el mismo objetivo: con temperaturas por encima de los 25º lo que no quiero es exponerme a la deshidratación típica de las carreras de verano.

A las 19:30 y con todo listo me encamino hacia la Junta de Deportes de la Armada con toda la familia al completo.  Me tiemblan ligeramente las manos y no paro de hablar. Ahora sí que estoy nerviosa, pero pienso que eso es bueno porque puedo –y debo- transformarlo en la adrenalina necesaria para afrontar una carrera.
Un poco antes de llegar, le pregunto a mi hijo si quiere calentar conmigo trotando un poco hasta al lugar de la salida. Me dice que si y vamos muy despacito. Le gusta lo que ve y me pregunta si puede apuntarse al club de atletismo conmigo. Recogiendo las babas del suelo y con la lagrimilla en el ojo le digo que si, claro, y el año que viene corremos la Carmona juntos.

Recojo mi chip (primera vez que veo uno) y me lo coloco en el zapato sujeto con los cordones en menos que canta un gallo. Parece que toda mi vida, nada más levantarme, me he puesto un chip en el zapato. Que agilidad (gracias Alpigra por colocar un vídeo en Facebook explicando la colocación correcta del chip)
El ambiente es increíble. Nunca había visto tantas personas juntas en una carrera. En teoría y por el número de dorsales tendremos que ser más de mil.

Me encuentro, casi a punto de comenzar, a mis compañeros Santi y Javier.
Javier va a ser mi liebre durante toda la carrera. Hemos hablado días antes de programar su gps por debajo de los 6´ pero después descartamos la idea por precipitada teniendo en cuenta mis resultados en las dos anteriores. Tampoco es plan de pasarlo mal. De todas maneras, le digo que lo ponga como le de la gana, que tire y que yo trataré de seguirle el ritmo si puedo. Eso hace.

Suena el pistoletazo de salida y las mil y pico personas que estamos allí concentradas comenzamos a trotar lentamente (los de atrás) tratando de llegar a la línea de salida, hay algunos tropiezos pero nadie llega a caerse; gente que de repente se cruza delante de ti  y te obliga a frenar. Busco con la mirada a Javier que se adelanta unos metros y permanece así durante toda la carrera. Por momentos se me escapa un poco, otras veo que puedo alcanzarle y la mayoría de las veces es él el que mira para atrás y frena.

Santi se queda junto a mí. No tiene muchas ganas de competición. Ha estado toda la semana previa a la carrera sin poder correr y con compromisos de trabajo que implican comidas y bebidas espirituosas… Yo creo que en realidad su idea era acompañarme hasta el 2do o 3cer km y luego tirar más fuerte, pero cuando vio el ambiente de carrera, la gente animando en todos los tramos, desde los balcones, los gritos, los aplausos, decidió que no quería que se acabara y se quedo a mi lado como un clavo.

Mi compi Javier: "El que se desliza" Va andando el tío.

Toda la carrera así más o menos

¡La meta esta ahí!
Desde el inicio mismo de la carrera me siento cómoda, más rápida que otras veces, animada. Por supuesto, al principio prácticamente me quedo atrás del todo pero no me preocupa.  Tardo muy poco tiempo en coger un ritmo de carrera cómodo y me mantengo en él sin arriesgar. Ya le ha dicho a Santi que quiero minimizar el sufrimiento.

Los kilómetros se suceden fácilmente. Cero sufrimiento ¿Dónde esta el famosísimo Monstruo de las Galletas? Creo que se ha quedado durmiendo la siesta mientras yo realizaba experimentos con el agua fría ¿Los pensamientos negativos? Imposible que hagan acto de presencia cuando todo el mundo te jalea, hasta los niños pequeños.

El planteamiento de la carrera se ha hecho de menos a más y de repente empiezo la cuenta incesante de personas que vamos adelantando. No me lo puedo creer. No son una, ni dos, ni tres ¡Son muchas más! Casi hasta el final de la carrera esa es la tónica: ir pasando corredores de forma lenta pero sin pausa. Si la carrera hubiese durado unos kilómetros más, me juego lo que sea que el número hubiera sido aún mayor.

Pasamos el primer control de chip y sigo tan cómoda como al principio. Lo único que me hace perder el ritmo e ir más lenta son las cuestas. Sufro porque no estoy acostumbrada a correr con desniveles, mi itinerario habitual es llano (anoto mentalmente: buscar cuestas para entrenar) y cuando menos me lo espero ya estoy –estamos- en la arteria principal de la ciudad: la calle Real.

-Ya hemos pasado más de la mitad-. Me dice Santi
-Esto esta hecho-
-¿Ya?-. Le contesto.

Repito: CERO SUFRIMIENTO.
Puedo hablar con mi compañero sin perder de vista a mi liebre, prácticamente toda la carrera, de hecho, nos permitimos hacer algunas bromas sobre su forma de correr, porque Javier no corre, Javier se desliza por el suelo lentamente. Nunca he visto a una persona hacer menos esfuerzo a la hora de correr. Mueve los pies lo justo, los brazos, el tronco, la cabeza… todo estático excepto ese suave movimiento de pies deslizantes…
En definitiva, puedo hablar, lo cual significa que podría ir un pelín más rápido, pero no sé, no me atrevo, creo que aún no me conozco lo suficientemente bien.

Sigo en mi tónica de no arriesgar sobre todo cuando Santi me dice que, en algunos tramos, vamos por debajo de 6´  Simplemente no me lo puedo creer.  El único momento chungo fue al beber agua en el primer avituallamiento, solo un sorbo que casi se me atraganta pero que solo quedó en un susto (anotar: aprender a beber corriendo) y así, a lo tonto, el final de la carrera ¿Ya? ¿Seguro? Aún tengo fuerzas, aún voy bien.
Por primera vez en una carrera he conseguido desconectar y eso es muy importante para mí. Desconectar significa visualizar solo lo que tengo enfrente y desdibujar todo lo demás. Desconectar es la tónica de las tiradas largas que me gustan tanto. Desconectar es importante porque significa ad infinitum. Santi me saca de mi estado de nirvana total y me dice:

-Te han saludado
-¿Qué?
-Esa chica, que te ha saludado.

Miro atrás  y veo a una compi del gimnasio y le devuelvo el saludo. Me ha traído a la tierra de nuevo y eso esta bien porque estamos a un pelín de terminar la carrera.
Vemos a unos niños chocando manos y me hace una ilusión  de morirse porque me recuerda a las crónicas del Novatillo y yo no quiero ser menos así que corro más fuerte para alcanzar a los críos y chocar sus manitas ¡Qué bonito! Snif.

A la altura del centro comercial, Santi me pregunta si puedo apretar y sí, sí que puedo, pero por error pensé que la meta estaba más lejos, de hecho, el día antes, me dijeron que el itinerario había sido cambiado y que había que llegar hasta el cementerio, bordear el parque, subir una pendiente hasta llegar a meta. Se lo digo a Santi y me dice que entonces no, que esperemos (es lo único que me da rabia) y cuando me doy cuenta vuelve a decirme:

-Que no, que esta ahí la meta!!

Y miro y efectivamente esa es la meta y allí cerquita están mis hijos, sobrinos, cuñada, suegra, marido… Todo el plantel.

-¡Vamos!

Y aquí la novedad. Yo tengo dos piernas. Yo tengo dos piernas normales pero que hasta ayer tenían un precinto. Imagino que un precinto de seguridad, como las lavadoras nuevas y que hay que quitar antes de que comiencen a centrifugar. Bueno, pues yo tenía dos piernas con precinto y no lo sabía.

Acelerón en el último tramo (lástima no haber comenzado antes ¡cachis!) me siento fuerte, cómoda, eufórica, con energía… Entera.
De repente, noto que la postura de mi cuerpo cambia, la zancada se alarga por delante de la cadera, el movimiento es diferente al de la carrera continua, levanto el pecho, recojo los brazos, mirada al frente y velocidad. Noto que la fuerza de las piernas esta ahí, por eso nunca tengo agujetas, porque nunca la había empleado y noto los músculos tensarse igual que al hacer zancadas o sentadillas y la sensación me gusta un huevo (más) Veo mi meta (que no han cerrado) la alfombra con el control de chip, el enorme reloj con el tiempo y me siento eufórica al correr sin precinto, al correr con ganas, fuerte.

Mal foto pero para que os hagáis una idea de mi euforia


Termino feliz. Santi me dice:

-Te has puesto en 4´30 en el último tramo…
-¿Si?

En fin, cuando comience en un futuro, todo el tema de las series y demás, me lo voy a pasar de lujo. Lo sé.

Los datos que da la organización son estos a falta de que Santi y Javier coloquen los suyos del Garmin (de los que me fío más)

Distancia: 9000
Tiempo: 00:51:35
Ritmo medio: 5,41
Velocidad: 10.468

No son datos reales. No me lo creo vamos. Creo que fui en torno a los 6´ que son 15 décimas por debajo de la carrera de los Toruños

¿La próxima? Ya os contaré.

miércoles, 18 de mayo de 2011

En el limbo



Una semana antes de una carrera no es bueno hacer pesas. Al menos como yo las hago.
El otro día (lunes) saltándome esta recomendación, hicimos espalda, hombros y tríceps (de la lesión cervical ni rastro una semana después).

Es un problema bien gordo este que tengo. Una dicotomía sin solución. Los problemas, sobre todo los de mayor peso, suelen tener una medida de resolución tan fácil como dificultosa.

Intenté el viernes (el lunes no fui capaz), bajar el peso. Cogí las pesas de 2.5 k, que son en realidad las que usan prácticamente todas las chicas del gimnasio excepto yo y mi compañera A. Mi compañera y amiga A, lleva dos años sin correr por una lesión bastante jodida. Sufre mucho por ello. Ha realizado su particular periplo por médicos, fisios y traumatólogos sin que ninguno le de una solución definitiva a su problema. Como a falta de pan buenas son tortas, en la clase de fitness encuentra el alivio necesario al mono que tiene por no poder correr. Es su particular metadona. Me encanta mirarla porque me recuerda a mí misma cuando empecé, la misma euforia, la concentración e hiperactividad que precede siempre a las sesiones de pesas, las frases del tipo:

¡No me cierra el último botón de la camisa!
¿Has visto que brazos se me están poniendo?
Ahora (después de la sesión) me iba yo de fiesta y acababa en un after  (típica euforia post entreno) o a correr, sería perfecto…

Como decía, intenté bajar el peso y no podía dejar de mirar a mi compañera A con mis pesas rojas, MIS pesas rojas. Fue una sensación tremendamente frustrante aparte del hecho de terminar tal cual empecé, como si no hubiese entrenado nada. Así que, a falta de unos días para la carrera del sábado, no pienso poner un pie en el gimnasio. Muerto el perro se acabó la rabia. Y es que me conozco. El lunes fui con la idea de hacer algo muy light y terminé con MIS pesas rojas haciendo dorsales y peso muerto.

Cuando volvía a casa con mi amiga A, me dijo:

No debes hacer pesas una semana antes de la carrera
Lo sé.
¿Sabes que estás haciendo dos cosas qué son totalmente incompatibles verdad?
Lo sé.

(inciso: A no solo corría, competía en un nivel muy alto. Ha pertenecido siempre a clubes de Atletismo y su capacidad de superación en problemas personales que no vienen a cuento, la convierten en un referente para mi.) 

Me encanta oírla. Me gustan sus palabras porque es como si mis pensamientos se hubiesen materializado.

El otro día te vi correr…
Ya sé lo que me vas a decir

Efectivamente, sabía lo que me iba a decir.

No es que corras lento, es que corres pesada. Si quieres seguir corriendo y mejorar el ritmo tienes que hacer sesiones de pesas solo para mejorar la fuerza y la resistencia no para desarrollar músculo.
Lo sé.
Si no fuera por esta rodilla de mierda, me iría a correr contigo, soy muy buena marcando los ritmos y podríamos hacer faletes (fartlek) y series. De todas maneras, llevas muy poco tiempo y encima sola. No te agobies.

No me agobio. Bueno, un poco quizá si.

Me da rabia tener que elegir.

Distancia: 4.919
Tiempo: 29´40´´
Ritmo medio: 6.0
Velocidad: 9.949


domingo, 15 de mayo de 2011

EL GRAN CÍRCULO



Ayer era el día de la tirada larga de la semana. Que tontería. Desde que empecé a correr no he hecho otra cosa que rodajes largos manteniendo un ritmo cómodo. Desde mi punto de vista claro. Solo que al principio, cuando conseguía terminar 3, 4 ó 5 Km. me parecía una barbaridad, una distancia  largísima y ahora, a esas distancias,  las llamo “salidas cortas” o “descanso activo” o “salida de recuperación”
Viene muy bien, de cuando en cuando echar la vista atrás.

Me pongo mi camiseta favorita. Es gris y tiene un Smiley amarillo. En la parte superior puede leerse, en letras grandes: BE HAPPY. Saco del armario un pantalón corto con bolsillos, mis zapatillas, crema protectora y a correr. No sé si llevarme el reloj. Opto por ponérmelo y al salir a la calle me arrepiento y lo meto en el bolsillo del pantalón. No es que también le este cogiendo manía al reloj como me pasó con el pulsímetro, se trata más bien de hacer bastantes kilómetros sin estar pendiente del ritmo y los minutos, y eso solo se consigue si no llevas reloj. Simplemente.

Quiero hacer 10 km por el sitio de siempre, esto es llegar a la playa, al final del paseo y volver por gallineras para no tener que tomar por el mismo sitio.
Más o menos a mitad del recorrido, en gallineras, empieza a cuajar la idea de hacer EL GRAN CÍRCULO. Para los que no lo sepáis, el gran círculo es la suma del círculo del norte con el círculo del sur de la ciudad. Se trata de aunar los dos círculos, y es una idea que ronda por mi cabeza desde hace un mes más o menos.

Esta misma idea de la que hablo, aparece de improviso mientras corro. No he salido de casa con esa intención, no existe premeditación ni logística ¿Por qué no? Pienso. Voy a un ritmo tan lento que no estoy nada cansada, de hecho, el trote se ha convertido en el caminar de antaño, así que ¿por qué no darle la vuelta a la ciudad hoy? ¿Por qué esperar a mañana o pasado?

A lo tonto, la intención se convierte en materialización cuando cruzo, casi sin mirar, el camino que me devuelve a casa. Ya se que no hay marcha atrás. Una parte de mí sigue diciéndome, mientras corro, que así no se hacen las cosas, que no he preparado nada, que vaya falta de respeto hacía EL GRAN CÍRCULO… Pero ya no se puede hacer otra cosa excepto prometerle al gran círculo velitas y flores en la próxima cita.

Voy bien, nada cansada y los kilómetros se van sucediendo uno tras otro. Vuelvo a esa sensación de ad infinitud, de focalización hacia lo que tengo delante y difuminación de los contornos en los lados del paisaje. La sensación de que el mundo podría pararse en ese instante., de hecho el mundo, en ese momento, esta parado para mí, y solo es importante continuar y continuar y continuar. Es una especie de catarsis. Nunca debo olvidar que fueron estas sensaciones las que me llevaron a tomar la decisión, de forma constante hasta el día de hoy, de correr. Mentira. Mi decisión al principio fue 100% práctica: ¡Que harta me tiene el stepp! Si salgo a correr me ahorro una pasta y es un complemento perfecto para el fitness… Y se fue transformando, con el transcurrir de los días, en una cosa casi metafísica movida por sensaciones.   

Cuando llego a la Carraca (zona militar de San Fernando) llevaré unos 11 km.
Hago una especie de chequeo mental ¿Cansada? Nones ¿Agua? Aún no ¿Piernas? Las piernas siempre se portan bien ¿Respiración? Suave, fluida ¿Dolor de cabeza? Negativo.
Y así, punto a punto, voy inspeccionando mentalmente mis condiciones físicas como quien mira su coche antes de partir a un viaje largo.

Sin embargo, en el km 13, todo cambia. Así, sin avisar. De repente.
Tengo una teoría para ello. Creo que el cuerpo guarda los registros de lo que hacemos.  Puede que sea una coincidencia que el cuerpo se venga abajo justo en la distancia más larga que hicisteis la vez anterior o puede que no.  En mi caso, mi último registro antes de lo de ayer, estaba  (¿casualidad?) en el km 13 y es, precisamente en el km 13, cuando me viene el bajón ¿Es posible que te quedes sin fuerzas así sin más sin un término medio? ¿Sin un aviso? Pienso que no. Simplemente se trata de terreno desconocido y el cuerpo, el mío, el de todos, grita ¡Eh, no tengo un registro para esto! ¡Quiero parar! ¡Tengo miedo! Es en esos momentos cuando resulta más determinante la fuerza mental que la física.  Me consta que la fuerza física esta en condiciones óptimas (de hecho me he levantado esta mañana la mar de bien, ni una sola agujeta) así que lo que tenemos que hacer –creo- es convencernos a nosotros mismos para marcar un nuevo registro. De no ser así, siempre correríamos lo mismo. Dado ese paso, es decir, convencidos de que no vamos a parar, solo queda arrastrar el cuerpo ya resignado. Así de simple y de complicado.

Bajo el ritmo (más aún) entro en MODO RESIGNACIÓN ON  y hasta casa, con cuesta final incluida (me dejé el alma en esa cuesta, todo lo anterior es nada comparado con lo que me costó subir esos escasos 300 m… Ahí si que hubo sufrimiento)

Total, esta hecho.
Ya tengo mi círculo.
No sé, me siento extraña. Sigo siendo yo, no me he transformado en un súper guerrero como Goku, el pelo no se me ha puesto para arriba. Nada hay de particular excepto esa sensación de inconformismo que precede siempre a estos registros.

¿No os pasa que cuándo os formáis expectativas demasiado grandes sobre algo su materialización siempre viene acompañada de un sentimiento de decepción?

Distancia: 15 km 304 m
Tiempo: 1´50´´



sábado, 14 de mayo de 2011

Carmona Páez

Masoquismo puro y duro

Un secreto:

En las dos ocasiones -las dos-, que he corrido una carrera,  más o menos a la mitad de sus recorridos, me han asaltado pensamientos del tipo:

-La última. Los cojones voy a volver a correr una carrera. Yo no soy una runners, yo soy una jogger ¿Esto es divertido? ¿Disfrutar? ¡Cómo vuelva a escuchar aquello de: solo quiero disfrutar, la madre que os parió, no respondo!-.

Cierto. Sin embargo, en las dos ocasiones –las dos-, que he cruzado la línea de meta, he pensado minutos más tarde:

-¿Y si lo intento una más? Igual no sufro tanto, puede que arañe unas décimas, es que lo hice mal en esto pero seguro que lo puedo mejorar en la próxima. Tampoco lo pasé tan mal, puede que incluso disfrutase un poco…

El sufrimiento se olvida y en este deporte, con una rapidez que me tiene asombrada.

El día 21 de Mayo es el Carmona Páez de San Fernando. Es una carrera con mucho prestigio en la provincia que organiza la Armada y el Ayuntamiento.

En realidad,  todas las carreras que se organizan por la zona, suelen ser concentraciones de clubes de atletismo y muy poca representación de independientes. Falta ese componente popular que taparía, llegado el caso, mi ritmo cochinero.

Le tengo miedo. Mucho. Y aún así la voy a correr. A ese tipo de masoquismo extraño me refiero al principio del post; a ese No corro más hasta que no tenga un ritmo medio decente y aún así, me apunte ¿Esto  por qué?

En las disposiciones generales de la carrera, dicen que la meta será cerrada 40´ después de la entrada del primer corredor. En el club Carmona Páez de San Fernando tienen galgos que compiten a nivel autonómico con tiempos para asustar a cualquiera. Mi compañera Ana, que ha crecido literalmente en el club de Atletismo y que lleva dos años sin correr por culpa de una lesión muy jodida (rotura del tendón rotuliano o algo así), me ha dicho: 

-33 minutos-. Y lo dice con la seguridad de quien sabe de lo que habla.
-A la hora, la meta esta cerrada-. Otra vez el miedo. Como si el aire, la calle, el espacio pudiesen cerrarse. Vale, me cierran la meta en el peor de los casos, desmontan el chiringuito ¿Y por qué no habría de llegar igualmente? Mi reloj y mi crono. Eso es todo cuanto necesito.

He pensado volver a recurrir a mi estimado Rundy, este compañero de fatigas que me acompañó en la primera carrera y que, de no ser por él, igual me quedo a mitad de camino. Utilizarlo (con todo el cariño) de gps andante ya que él lleva un garmin 305 y podría –podríamos- programarlo sub-6´ 

Solo probar. A ver que pasa.

Pd: Esta mañana he enviado un e-mail al club de atletismo local preguntado algunas cosas y dando algunas referencias personales: tiempo corriendo, ritmo, carreras, etc. Me han contestado que me pase por allí y hablamos. 

lunes, 9 de mayo de 2011

II CARRERA POPULAR LA ALGAIDA LOS TORUÑOS

La mañana se presenta fresca cuando me levanto, pero es una falsa ilusión. El cielo esta completamente despejado a las 07:30 y no corre nada de aire. Eso solo puede significar una cosa, CALOR, pero no me preocupa porque ya contaba con ello. Solo espero que a las diez de la mañana, cuando comience la carrera, no apriete demasiado.

Esta vez no he preparado las cosas la noche antes, no hay mucho que preparar: pantalón corto, top blanco, zapatillas, una cola de caballo, reloj con el crono preparado, protección solar y una mochila con agua, documentación y cuatro imperdibles.

Desayuno un café con leche largo y algunas palmeritas de chocolate. Aún tengo tiempo de encender el ordenador y mirar las noticias mientras desayuno.

Despierto a marido sufridor que, fingiendo estar animado y despejado, se viste prontamente para llevarme hasta el Puerto (gracias). Lleva la cámara y será el encargado de inmortalizar las andanzas de esta Suricata de la Pradera.

Llegamos a las nueve en punto y no tengo problemas en recoger mi dorsal. Miro en las listas mi número, hago cola (separada entre independientes y socios de club) y en menos de diez minutos, tengo el dorsal en mi mano. Muy buena organización en ese sentido. 

Aprovecho que es pronto, para andar con mi marido y hacer un reconocimiento previo del terreno. Me gusta. Se parece mucho al lugar donde corro, se respira el mismo aire.



Marismas y río San Pedro al fondo

Pinares a la derecha y un pequeño trozo de asfalto

La salida y la llegada completamente vacía.
Hacemos las primeras fotos y el lugar se va llenando poco a poco de gente de todas las edades, siento las primeras mariposas en el estómago, los nervios inevitables. La presencia de clubs es mayoritaria, pero, a diferencia de la carrera de Chiclana, el ambiente es más festivo, más dominguero.

Me encuentro con Alpigra y sus nuevas zapatillas. Es tan delgadito este hombre, que las zapatillas parecen tanques en sus pies  

Nos saludamos, más fotos y directos para la línea de salida.

Doy antes un par de vueltas al recinto para empezar a acomodarme y hago algunos estiramientos previos.



Esta chica de pelo como Rapunzel soy yo :)
Me coloco al final del todo. El lugar de los corredores lentos. No es algo que me importe, en realidad me tranquiliza bastante pensar que todos los que estamos en el pelotón de cola, vamos a hacer nuestra carrera, a nuestra forma. Y así es.

Suena el pistoletazo de salida y los más de mil corredores concentrados se mueven lentamente. No hay tropiezos, no hay aglomeraciones. Respiro profundamente y empiezo despacio, indiferente a la gente que me va pasando, con la mirada puesta en el trayecto inicial, en el suelo de asfalto que más tarde será todo camino de tierra, en los pinos y los arbustos a ambos lados.




Es difícil no mirar el pelotón de los corredores rápidos y no tratar de correr más para llegar hasta ellos, pero me contengo.



Yo no estoy preparada ni tengo aún ritmo de carrera óptimo. Sería fastidiar la carrera.

El primer kilómetro lo hago 6´18. Más rápido de lo que sería un rodaje normal y el segundo en 6´20. Voy bien, controlando la respiración y mirando a una chica con un ritmo ligeramente inferior y a la que le voy ganando metros poco a poco.

Los tres primeros kilómetros los hago junto a dos señoras veteranas (en mil lides runneras seguro) que, llevando este ritmo de 6´ y poco, van tan a gusto y tranquilas (mientras una, es decir YO hace esfuerzos por controlar la respiración y la zancada) que se permiten el lujo de hablar de sus cosas como si la carrera no fuera con ellas., de la Media de la Bahía de Cádiz y sus respectivos tiempos y de la próxima carrera que van a correr. Por una parte, determino que de mayor quiero ser como ellas y, por otra, bajo el ritmo (empiezo a acusar un ritmo que no es el mío) porque su cháchara empieza a minar mi moral y a desconcentrarme. 

Las dos señoras de la derecha, corren medias maratones
El kilómetro 3 lo hago en 18´30 (aproximadamente). Empieza a apretar el calor. La sensación entre los pinos previos a la marisma es de ahogo, de presión y peso en la cabeza, pero al menos hay sombra. Esta vez llevo la gorra con la visera más grande que he encontrado en mi casa y me la recoloco de manera instintiva mientras compruebo la temperatura media de mi pobre cocorota. 

Todo bien. Pienso.

Hace rato que adelanté a la chica de ritmo ligeramente inferior al mío y eso me hace sentir bien. Más que nada por comprobar que se siente al adelantar a alguien, porque la competitividad no es lo mío. 

Entre el kilómetro 3 y 4 nos encontramos con el puente de madera que pasa sobre el río San Pedro, y es la única zona donde el terreno asciende hacia arriba, acusando más si cabe, el calor (dichoso calor) y el cansancio que ya empieza a hacer acto de presencia. No disminuyo el ritmo, mantengo la zancada y acorto los pasos, inclino el cuerpo ligeramente hacia delante como leí que debía hacerse en las pendientes y ¡funciona! Enseguida se presenta el puente de madera en pendiente descendente que son las que molan  y dejo atrás a mi segundo adelantado, un señor veterano con sus buenos sesenta y pico años. 

Desde este momento, a partir del km 4, entramos en terreno de marismas. Al ser un espacio abierto, el calor se siente más pegajoso, molesto, pero de vez en cuando sopla una brisa de poniente, directa del mar, que refresca.

Entro en el kilómetro 5, ya he pasado más de la mitad de la carrera y, aunque estoy cansada –mucho-, no me planteo parar de ninguna de las maneras. A veces, el pensamiento se pasa por la cabeza, no voy a mentiros, pero es controlable, no es grande como la primera vez, es como un mosquito imprevisto e inoportuno.

Encuentro el primer y único puesto de avituallamiento y cojo mi botellita de agua. No bebo. Tan solo tomo un trago que mantengo en la boca para quitarme la sequedad de los labios y la garganta y la escupo. Luego mojo –a lo bestia- mis hombros, cara y cabeza y tiro la casi totalidad del contenido ¡Dios! Que maravilla, es como si la piel resucitara al sentir el fresco del agua. Aquello se parece un poco al concurso Miss camiseta mojada sino fuese porque la que despilfarra el agua sobre su cuerpo, tiene pinta de todo menos de tetona americana. Yo llevo puesto mi súper sujetador con armazón lateral, compuesto de cuatro piezas insertadas y cosidas de tal manera que te comprimen y almacena las mamellacas hasta hacerlas desaparecer casi. Como debe ser.

Tiro la botella en el primer contenedor que encuentro y en pocos minutos entro en el km 6. Ahora sí estoy cansada, además tengo la sensación de que la tierra me frena, por una parte, las piernas sufren menos, no he notado ninguna molestia, ni siquiera al principio, pero por otra, es como si la tierra impidiera la fluidez de la zancada.

Es en este kilómetro cuando adelanto a mi tercera persona ¡Tres! Wow. Pienso. Es una chica a la que vi bastante adelantada en la salida y que, ahora, el Monstruo de las Galletas ha vencido. Como se perfectamente como debe sentirse, le digo: ¡Vamos! Y me hace un gesto con la mano que indica imposibilidad total. 

No es la única a la que he visto parar. Mucha gente para, incluso los que van por delante de mí, porque el calor es insoportable a las 10:35 pasadas. Hay un chico que hace de ello una estrategia muy personal de carrera. Para un minuto y corre rápido el segundo y así, a lo tonto, consigue sacarme un trozo bestial.

Del km 6 al 7 sólo recuerdo el calor, la soledad (me encuentro mucho mejor cuando estoy sola) y lo largo que puede ser un kilómetro cuando ya vas cansada. De hecho, tengo que bajar el ritmo, quiero guardar algo de fuerzas para el final.

Del 7 al 8 más de lo mismo y pensamientos negativos a modos de nubarrones negros en lo alto de mi cabeza. Sin embargo, a pesar de todo el cansancio, me siento fuerte psicológicamente, apurada, pero con el control de la situación. Por supuesto, mi ritmo decrece con respecto al principio, pero como digo muchas veces, para mí lo importante es llegar y no tener que parar.

En el km 9 y final, hecho mano de mi reserva de energía, veo que algo queda, y tiro un poquito más fuerte. Hacemos un tramo por asfalto, paralelo a la carretera de Valdelagrana y es ahí, donde tomo conciencia de lo agradecido que es el asfalto porque aprieto y las piernas me responden. Encima tenemos pendiente descendente con lo que ayuda eso en este momento.

Recibo ánimos de un chico de la organización: ¡Venga que ya queda poco! Y de una señora sentada en el último puentecito de madera que debemos cruzar y que, junto a mi marido sufridor, me dice ¡Vamos! ¡Vamos! Es increíble lo que unas palabras tan simples pueden insuflar de energía el espíritu de una persona.

Sería genial ir así pero toda la carrera :(
Aquí viene el detalle feo de la carrera. Esta que escribe, guardo lo poquito que le quedaba de fuerzas para hacer su entrada triunfal en meta con un ritmo decente y ¿qué se encuentra? Se encuentra con un montón de personas pululando delante de la meta, haciendo gala de una falta total de respeto ante un organizador desbordado y cabreado que grita: ¡Señores, por favor, la carrera no ha acabado! 

A mi no se me ocurriría hacer algo así. Tuve que hacer los últimos 500 metros sorteando señoras que paseaban a su perro, corredores (y esto es lo peor) e incluso niños. Final sorteando obstáculos.

Concluida la carrera, cansada pero no agotada, siempre con la sensación de haber controlado la situación, me encuentro de nuevo a Alpigra, le comento lo del detalle del final y me dice que sí, que efectivamente, ha faltado respeto con los corredores del vagón de cola. Nada de aplausos y vítores. Un final frío como el acero.

Aprovechamos (por cierto, solo cien camisetas, la Junta de Andalucía no esta para muchos gastos) la oportunidad para tomarnos una cerveza bien fría los tres: Alpigra, marido sufridor y yo. Solo una porque mi cónyuge estaba de “escaqueo” y tenía que entrar a trabajar.
 

Cambios una vez consultados tiempos oficiales:
Distancia empleada: 9km
Tiempo empleado: 58´00   55´57´´ Resultados web Carmona Paez :) 
Ritmo medio: 6´26  6´13 
Velocidad: 9,31 km/h (Poco a poco) 9.651 
Sensaciones: Control, control y control. Muy buenas sensaciones al principio, menos al final, cansancio pero, repito, control.



Vale. No son tiempos para tirar cohetes, pero son mis tiempos. En mi primera carrera hice un ritmo medio de 6´29 en asfalto y la carrera de ayer fue por caminos de tierra ¿Quién se resiste ahora a comprobar que puede suceder en un 10.000 en asfalto?


Mi compañero Alpigra. Corredor de medias y que se prepara para la maratón a partir de septiembre.


Alpigra y yo antes de la carrera.